Hola a tod@s!
Comenzamos con la pre-producción del video, como hablamos en la clase anterior.
Ya veníamos estudiando la importancia de lo sonoro en las p`roducciones audiovisuales.
Hoy leímos el cuento que nos va a servir de guión para nuestro video.
El texto es este:
IRENE QUIERE SER BRUJA
Texto de María Bautista
Cada mañana, Irene, arrastraba su pesada mochila y
su mirada triste por delante de la tienda de disfraces antes de ir a la
escuela. Cada mañana, Irene se paraba a observar el maniquí vestido de bruja que,
con mirada amenazante, le devolvía la mirada al otro lado del escaparate. Y
cada mañana suspiraba antes de volver a arrastrar su pesada mochila en
dirección a la escuela.
¿Por qué aquella bruja con cara de mala llamaba la atención de Irene?
¿Qué le atraía de aquel personaje? ¿Por qué suspiraba siempre? Solo Irene
sabía. Y ahora ustedes. Estén atentos:
Irene soñaba con convertirse en una bruja. Lo deseaba cada día, cada noche
antes de dormir, cada mañana antes de entrar en clase con la mirada baja. Irene
quería ser una bruja mala, de las de verruga en la nariz y melena alborotada.
Quería tener un libro lleno de encantamientos.
Si lo tuviera, Irene haría lo siguiente:
1. Siempre sería verano, para no tener así que ir al colegio.
2. Convertiría a los niños en gatos.
3. Conseguiría que el pescado supiera a chocolate.
¿Suena extraño, verdad? Pero como casi todo, esto también tiene una
explicación.
1. Hacía tres meses que la familia de Irene se había ido de su país. Al
principio Irene estaba feliz: conocer un lugar nuevo, un idioma nuevo (¿se le
daría tan bien como el inglés?) y tener amigos nuevos. Sin embargo nada había
sido como esperaba: el nuevo colegio no le gustaba. Por eso soñaba con el
verano, ¡si pudiera conseguir que todo el año fueran vacaciones!
2. Lo que más le gustaba a Irene en el mundo eran
los gatos. Le gustaba acariciarlos, jugar con ellos, hablar con ellos (sí, sí,
con los gatos se puede hablar y mucho). Sin embargo con los niños de su colegio
no podía jugar y mucho menos hablar. Se sentía tan sola…
3. Irene odiaba el pescado. Pero su madre decía
siempre que el pescado era el alimento del cerebro, que si comía mucho pescado,
Irene sería la niña más lista del mundo. Irene quería ser la niña más lista del
mundo, pero el pescado…¡puaj!
Si consiguiera que supiera a chocolate la cosa sería más sencilla. Por todo
esto quería ser una bruja.
Pero, ¿por qué una bruja? ¿No sería mejor ser un hada? Así no tendría que ser
mala.
Sin embargo Irene no quería ser un hada. Ella quería ser una bruja mala para
asustar a todos los niños de su clase que se metían con ella porque no entendía
nada, porque no sabía hablar bien el castellano (aunque en inglés era tan buena
como el mejor), porque venía de una ciudad distinta, porque su ropa era fea (o
eso decían, a Irene le encantaba) y por mil motivos más.
Un día como otro cualquiera, Irene se paró delante de la vidriera de la tienda
de disfraces y formuló su deseo: quiero ser una bruja. Y justo cuando iba a
marcharse, escuchó una risa. No era una risa cualquiera, era una verdadera y
auténtica risa de bruja mala.
– Sí, sí, no me mires así. Soy yo la que me he reído – habló la bruja con
voz grave – pero es que esto no me había pasado nunca…
– ¿Esto? ¿qué? – preguntó asombrada Irene.
– Encontrarme a alguien que quiere ser como yo. Los niños siempre quieren huir
de las brujas, pero nunca había conocido a alguien que quisiera ser una bruja.
La bruja le preguntó por qué quería ser como ella e Irene le contó todo:
lo poco que le gustaba ir al colegio, lo mal que se entendía con sus compañeros
de clase, lo desagradable que le parecía el sabor del pescado…
– ¡Pues vaya una cosa! Esto no es motivo para convertirse en una bruja
mala para toda la vida…
Y terminó su frase con unas palabras extrañas que Irene no llegó a
comprender. Lo que sí supo enseguida es que algo había cambiado. ¡La bruja la
había convertido en una gata!
– No, no, no, no…los gatos tienen que ser ellos…¡no yo! – se quejó a la
bruja.
– ¡Bah! Soy una bruja mala y hago lo que me da la gana. ¿O qué creías? ¿Qué iba
a ayudarte? Para eso haberte buscado un hada.
– Pero, ¿eso significa que voy a ser una gata toda la vida? – gimoteó
Irene.
– No, solo hasta que se rompa el maleficio…
– Y ¿cómo se hace eso?
Pero la bruja ya había vuelto a ser el maniquí sin vida de la tienda de
disfraces. Irene, convertida en gato, no supo muy bien que hacer, así que,
siguiendo su rutina, se dirigió hacia el colegio. Nada más verla, un par de
compañeros de clase se acercaron a ella…
– Fíjense que gata más bonita. ¿Qué hará aquí en la escuela?
Al poco rato, todos los niños de su clase rodeaban a Irene, la llenaban de mimos y querían jugar con ella. La llevaron a clase y la dejaron en un
rincón, rodeada de cómodos cojines. ¡Era tan agradable estar medio dormida
allí, mientras la profesora enseñaba matemáticas!
Pero a mediodía, todos se marcharon al comedor. Irene-gata, mientras se
lamía las patas, comenzó a pensar en su nueva situación.
– ¡Qué extraño! Antes, cuando era niña nadie me hacía caso y ahora, ¡todos quieren
jugar conmigo!
Un rato después, los niños volvieron con una sorpresa.
– Gatito bonito, ¡mira lo que te hemos traído! – en un pequeño plato
Irene-gata vio un trozo de pescado y se relamió de gusto.
– ¡Qué cosa más rara! – exclamó Irene-gata – Este pescado está buenísimo, ¡me
gusta más que el chocolate!
Cuando el cole terminó, los niños dejaron a Irene-gata en la clase y se
marcharon a casa. La niña que ya no era niña, sino gata, comenzó a pensar y
pensar en su familia, que empezaría a echarla de menos. ¿Cómo rompería el
maleficio? Tras un rato pensando, Irene-gata se dio cuenta de que no quería
volver a ser una niña. Ser gato estaba muy bien. Los niños la querían, el
pescado le gustaba y el colegio había vuelto a ser un lugar maravilloso.
– ¡Eso es! Me quedaré como gata para siempre. Así nadie me molestará nunca. Ni
me asustará, ni me hará sentir sola.
Pero cuando estaba pensando aquello, Irene-gata, que paseaba tranquilamente por
el patio del colegio, escuchó unos gruñidos y a lo lejos vio un enorme pastor
alemán que corría hacia ella. Era el perro del conserje, que también vivía en
el colegio. Muy asustada se subió a lo alto de un árbol.
– Baja de ahí, gatita linda, tengo ganas de darte un buen bocado – ladró
con ganas el perro.
Irene-gata sintió más miedo que nunca en su vida. ¿Y si aquel perro se la
comía de un bocado? Tenía que huir del colegio como fuera. Desde la rama más
alta del árbol saltó al tejado del edificio de dirección, corriendo por los
tejados llegó hasta la valla del cole y se coló a la calle. El perro se quedó
al otro lado, gruñendo y ladrando con fuerza.
– ¡Menos mal!
Irene-gata comenzó a vagar por las calles y sin darse cuenta, acabó haciendo el
camino de siempre y plantándose delante del escaparate de la tienda de disfraces.
Allí seguía el maniquí vestido de bruja.
– ¡Bruja mala! ¡Mira lo que has conseguido! Casi acabo en las garras de un
perro…
Irene-gata volvió a escuchar la risa maléfica de la bruja y su voz grave.
– Pero lo has superado, igual que superarás tus problemas con los niños del
colegio. No sirve de nada huir, ni querer ser una bruja mala. Para solucionar
un problema solo hay una solución: enfrentarse a ellos. Así que, no quiero
volverte a escuchar quejándote delante de este escaparate. Demuestra a esos niños
que eres una niña tan interesante y divertida como ellos (o más). Y terminó su
frase con unas palabras extrañas que Irene no llegó a comprender. Lo que sí
supo enseguida es que algo había cambiado. ¡Volvía a ser una niña!
Y la bruja volvía a ser un simple maniquí al otro lado del escaparate. Irene se
fue a casa pensativa. No contó a nadie su experiencia como gata, pero esa
noche, cuando mamá puso el pescado sobre la mesa, Irene se lo comió con ganas.
¡Estaba rico!
Y al día siguiente, cuando fue al colegio, se paró como siempre frente al
escaparate de la tienda de disfraces. Pero esta vez no suspiró, sino que le
guiñó un ojo al maniquí vestido de bruja, que le respondió con otro guiño
cómplice y una carcajada malvada.
Y siguió caminando rumbo al colegio. Sonriendo…
FIN
Luego de leer el cuento, tendrán las siguientes consignas:
TAREA
- Hacer una lista de los personajes
- Hacer una lista de los sonidos que aparecen en el relato. Por ejemplo, el suspiro de Irene, el ruido de la mochila arrastrando,...
- Hacer una lista de las músicas que se necesitan, según el carácter de cada escena. Si es posible elegir alguna.
- Elegir uno de los sonidos para grabar. Puede ser la voz de un personaje, un sonido del ambiente, elegir una música para darle sentido a una imagen.
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